¿Qué es la ira?
La ira es una emoción básica que está relacionada con la llamada respuesta de “ataque o huída”, una reacción que ha sido instaurada por la naturaleza y que nos ha permitido sobrevivir. La ira suele desencadenarse no solo cuando somos atacados, sino también cuando nos sentimos atacados. Es decir, basta con que nos sintamos atacados para que reaccionemos a la defensiva sea la amenaza real o no.
Existe una ira sana que puede ayudarnos a detectar y resolver problemas, y que nos da el coraje para conseguir nuestras metas y eliminar o superar los obstáculos que nos impiden alcanzarlos. Esta ira nos resulta beneficiosa a corto y a largo plazo.Pe ro, igual que ocurre con otras emociones, la ira se convierte en un problema cuando la es experimentada en forma excesiva, demasiado intensa y sin control sobre ella. En este caso puede producirse un “secuestro emocional” que impide ver la situación con calma, considerar las distintas opciones de respuesta y elegir la que nos conviene.
¿Controlas la ira o la ira te controla a ti?
Cuando la ira se convierte en nuestro estado habitual es muy perjudicial. A a nivel personal, porque nos impide ser felices y facilita enfermedades, como la hipertensión, problemas cardíacos, digestivos, etc. Pero también perjudica las relaciones interpersonales, las relacionos con la pareja, amigos, compañeros de trabajo, etc que pueden resultar deterioradas sobre todo si la ira se expresa abiertamente.
Muchas veces tendemos a decir que una persona o que esta situación nos irrita. No nos enfada nada ni nadie, nos enfadamos nosotros. Es decir el principal determinante de la ira es nuestra forma de percibir y evaluar la realidad.
¿Qué creencias que controlan la ira?
Entre las creencias que favorecen la ira excesiva están las exigencias de que la vida, los demás e incluso uno mismo, deberían ser de determinada manera. Como nosotros creemos que “debería ser” y no como realmente son. Esto pasa, por ejemplo, por exigir a los demás que hagan las cosas como nosotros consideramos que se deben hacer, siendo inflexibles y pensando que no existen otras posibilidades.
Cuando mantenemos estas actitudes exigentes, cuando no se cumple lo que estamos demandando, reaccionamos pensando y sintiendo que es terrible, que no podemos soportarlo y que el responsable debe ser condenado por ello.
¿Cómo actúan estas creencias que favorecen la ira?
- Distorsionando la evaluación de lo que ocurre, percibiéndolo como más indignante de lo que realmente es.
- Anticipando posibles sucesos irritantes y exagerando la probabilidad de que ocurran.
- Buscando y prestando más atención a cualquier situación o señal que pueda provocar, mantener o aumentar el enfado.
- Manteniendo los sucesos desagradables en la memoria al recordarlos una y otra vez.
- Emitiendo conductas hostiles, que predisponen a los demás a comportarse también de forma hostil, lo que a su vez aumenta nuestro enfado.
Mantener estas actitudes suele ser muy frustrante porque los demás son seres libres y, usando su libertad, mantienen conductas que muchas veces no nos gustan. Además, los intentos de coaccionar a los otros con exigencias llenas de ira, consiguen con frecuencia que el otro tenga todavía menos ganas de complacernos, ya que a nadie le gusta que lo quieran controlar, dirigir, manipular o dominar.
Los demás, la vida e incluso uno mismo, a veces no serán como nosotros queremos y, la mayoría de las veces, serán diferentes de lo que querríamos. Pero esa es la realidad y es absurdo que nos enfademos por algo que no depende de nosotros y que nunca cambiará.
“Enfadarse es fácil. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el momento adecuado y con la intensidad adecuada, eso no es fácil.” Aristóteles.
¿Puedo aprender a controlar la ira?
Puedes aprender a regular la ira, de modo que te ayude cuando sea necesaria para conseguir tus objetivos, y no se convierta en una emoción que te amarga la vida a ti y a las personas con las que convives. Buscar la ayuda de un psicólogo o la práctica de Mindfulness puede ayudarte a conseguirlo.
Pilar Hernández
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